LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

martes, 9 de abril de 2013

Fuerzas motrices de la sociedad Socialista


El avance de la sociedad no se interrumpe, sino que, al contrario, se ve acelerado con el triunfo del socialismo. A velocidad vertiginosa, como jamás conocieron las formaciones anteriores, marcha el desarrollo de la industria y de la agricultura, de las relaciones sociales y políticas y de toda la superestructura social, que se va perfeccionando en el avance hacia el mayor bienestar del Pueblo. Este proceso se basa en las leyes objetivas de desarrollo de la producción social socialista, lo cual infunde a dicho avance rasgos absolutamente nuevos, que marcan diferencias profundas entre la sociedad socialista y los regímenes de explotación. La sociedad se ve libre para siempre de antagonismos. Las contradicciones de su desarrollo no son antagónicas. Se trata principalmente de contradicciones y dificultades de crecimiento, debidas al vertiginoso ascenso de la economía socialista y a un incremento todavía más rápido de las necesidades de los hombres; son contradicciones que surgen en el choque de lo nuevo y lo viejo, de lo avanzado y lo atrasado.
Dichas contradicciones no se resuelven por la lucha de clases -pues en la sociedad socialista no hay capas o clases sociales interesadas en detener el desarrollo, en defender el régimen viejo y caduco-, sino por la colaboración de todas las clases y capas, interesadas por igual en la consolidación del socialismo y la transferencia del Poder al Pueblo. El instrumento principal por el que se descubren y se resuelven las contradicciones es la crítica y la autocrítica. Una crítica y autocrítica amplias son necesarias para encontrar a tiempo y eliminar los defectos y contradicciones, para cortar en su nacimiento los brotes de lo viejo y caduco. Donde la crítica es ahogada, viene el estancamiento y se hace más difícil resolver las contradicciones. Por eso la sociedad socialista tiene un interés vital en estimular constantemente la crítica y la autocrítica, en las que ve un valioso instrumento para movilizar la energía fecunda y la actividad política de los trabajadores y dirigirlas hacia la superación de las dificultades, hacia el cumplimiento de las nuevas tareas de la construcción del comunismo. La eliminación de las contradicciones antagónicas brinda una superioridad enorme al régimen socialista, al asegurar unas posibilidades nunca vistas de desarrollo armónico de las fuerzas productivas y el consiguiente progreso de la superestructura política e ideológica de la sociedad. Un papel cada vez mayor en el avance de la sociedad corresponde a las fuerzas que no dividen y enfrentan a los hombres, sino que los agrupan y los orientan hacia la consecución de fines que les son comunes. La aparición de estas fuerzas motrices del desarrollo es lo que permite a la sociedad proseguir su avance a velocidad mucho mayor y con menos pérdidas que antes. Una importante fuerza motriz del desarrollo social es el trabajo colectivo basado en la propiedad socialista. Dicho trabajo, que aproxima y une a los hombres, es la fuente principal del avance. El trabajo, que antes servía para enriquecer a los explotadores, conviértese en una función social que la sociedad estimula material y moralmente; pasa a ser una causa de honor y valor, un acto de servicio al bien común. El trabajo colectivo y las relaciones de camaradería, ayuda mutua y colaboración, engendran la emulación socialista, forma nueva de colaboración entre los hombres que contribuye a poner de relieve y a fomentar sus capacidades. A diferencia de la competencia capitalista, que se basa en los principios de "cada uno para sí" y de "el hombre es un lobo para el hombre", presupone una ayuda mutua amistosa en todos los órdenes, el intercambio de las mejores experiencias y la incorporación sistemática de los atrasados hasta el nivel de los avanzados. En el trabajo colectivo consciente es donde mejor se revela un rasgo de la fisonomía espiritual del hombre de la sociedad socialista como es la preocupación por el bien común, esa sensación de sentirse dueño cuando se trata de los asuntos de la sociedad.
En virtud de los hondos cambios que con el triunfo del socialismo experimentan las relaciones de clase, se sientan los sólidos cimientos para la unidad político-moral de la sociedad. Esta unidad de todas las clases y capas sociales respecto de sus principales intereses se convierte también en una poderosa fuerza motriz del desarrollo social. La unidad político-moral permite agrupar a todos los trabajadores para el cumplimiento de las más importantes tareas económicas, político-sociales y culturales. Y ello significa una fuerza capaz de vencer cualquier obstáculo.
Otra fuerza motriz de la sociedad socialista es la amistad de las naciones socialistas, tanto dentro de cada país como por lo que se refiere al sistema mundial del socialismo. Esta amistad ayuda a defender las conquistas de los trabajadores frente a los atentados de los imperialistas y crea las condiciones más favorables para el desarrollo económico y cultural de todos los pueblos que se prestan fraternalmente ayuda. Las elevadas ideas que inspiran al hombre del socialismo encuentran expresión en el fecundo sentimiento del patriotismo socialista. Se trata de un patriotismo nuevo, que no refleja ya simplemente el natural cariño que cada uno siente por el lugar donde nació, por sus personas, costumbres, idioma, etc. Se trata en primer término de la devoción al régimen socialista, que se basa en la comprensión de su decisiva superioridad frente al capitalismo. Tal patriotismo no separa, sino que une a los hombres de las distintas naciones. El patriotismo socialista no engendra el exclusivismo nacional, sino un profundo sentimiento de solidaridad internacional y de amistad con la clase obrera y con todos los trabajadores de los demás países. El patriotismo socialista es un sentimiento activo y eficaz, que impulsa a los hombres a entregar a su patria todo cuanto pueden y valen y, en caso necesario, hasta la vida. Buena prueba de ello la tenemos en la gran hazaña del pueblo soviético durante los años de la Gran Guerra Patria. Las fuerzas motrices de la sociedad socialista no son algo dado de una vez para siempre. Ellas mismas evolucionan a medida que el Socialismo se perfecciona y robustece. Una de las principales tareas que la sociedad tiene ante sí es la de ayudar a esa evolución, a la consolidación de las nuevas fuerzas motrices del socialismo. Ese es el motivo de que se preste tanta atención al perfeccionamiento de las formas del trabajo colectivo apoyándose en el desarrollo de los estímulos materiales y morales. Tiene también enorme valor el robustecimiento continuo de la unidad político-moral del pueblo, es decir, de la unidad, la cohesión y la alianza indestructible entre los obreros, los campesinos y los intelectuales. Comprendiendo toda la trascendencia de esta tarea para el avance del socialismo hacia el comunismo, la sociedad y su fuerza dirigente -el Partido- vigilan atentamente para que en la economía, la política y la ideología no aparezcan fenómenos contrarios a la unidad político-moral del pueblo.
El Partido, el Estado y toda la sociedad socialista no pierden tampoco de vista la necesidad de fortalecer la amistad de los pueblos. Esta tarea es cumplida con ayuda de medidas de orden económico, político y cultural-educativo. La experiencia histórica demuestra que el fortalecimiento de la amistad entre los pueblos exige una lucha constante contra las recidivas del nacionalismo en todas sus manifestaciones. Gran importancia para el desarrollo todo de la sociedad socialista tiene, en fin, el robustecimiento del patriotismo socialista, del amor de los trabajadores a su país socialista, por el que han de estar dispuestos a trabajar abnegadamente y, si llegase el caso, a combatir en defensa de sus conquistas y de su seguridad. La sociedad socialista posee, pues, poderosas fuerzas motrices que garantizan un constante y rápido progreso en todas las esferas de la vida. El sistema socialista abre posibilidades nunca vistas para el desarrollo de la sociedad y para la resolución de los más complejos problemas sociales en interés de la humanidad trabajadora, creando para ello las premisas necesarias. Pero este sistema, de por sí, se comprende que no resuelve ni puede resolver problema alguno. Son los hombres los encargados de hacerlo. Una característica de capital importancia del desarrollo social dentro del socialismo es que elimina lo elemental o espontáneo y se convierte en un proceso en el que un papel cada vez mayor corresponde a la actividad consciente y regular de los hombres. En estas condiciones cobra un valor formidable la función de los partidos Revolucionarios , vanguardia de los trabajadores, en el que encuentran su expresión más acabada y completa el pensar y el sentir colectivos de la sociedad socialista. La dirección acertada del Partido es condición indispensable para que se traduzcan en realidad todas las posibilidades y ventajas que el sistema socialista encierra. Considerándolo así, aun después del triunfo del socialismo, los marxistas-leninistas atribuyen un significado esencial al fortalecimiento de la dirección de los partidos Revolucionarios, que ha de incrementar su papel en todas las esferas de la vida social. 
Después de que el socialismo rebasó los límites de un solo país y se ha convertido en sistema mundial, ante la teoría y la práctica se presentan problemas nuevos y de gran trascendencia, relativos a las leyes que rigen la organización de la economía socialista mundial y a las relaciones entre los Estados socialistas soberanos e independientes.

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